Acerquémonos a la neuroeducación
Martes, 26 Junio 2018
17:24
Alejandro
Solano
Los resultados de las investigaciones sobre la
neurociencia permiten comprender cómo funciona el cerebro y cómo la curiosidad
y la emoción influyen en la adquisición de nuevos conocimientos. No se aprende
por la simple repetición ni por la memorización de fórmulas y conceptos. Los
aprendizajes firmes y duraderos surgen de la experiencia, la vivencia, la
exploración, la experimentación, la recreación y la interacción.
Los
métodos activos inciden en que los niños lleguen a emocionarse, y facilitan el
aprendizaje. Las emociones, el aprendizaje y la memoria están estrechamente
relacionadas, de manera que si los niños no se emocionan al intentar aprender,
el intento resulta fallido. El fracaso escolar, cualquiera que sea su
dimensión, produce frustración y otras emociones negativas de las cuales es
imposible que surja el aprendizaje. La acción educativa, basada en el
reconocimiento, el respeto y la consideración, produce alegría, entusiasmo y
otras emociones positivas que optimizan y potencian el aprendizaje.
Hay
diversas pruebas de que un ambiente de aprendizaje equilibrado y motivador
genera emociones positivas en los niños, y esas emociones los llevan a un mejor
aprendizaje. Los niños aprenden cuando tienen la oportunidad de construir
activamente la comprensión de los signos. Así llegan a la captación objetiva de
los significados a través de la libre interacción con el entorno físico, social
y emocional. Para tener éxito escolar, durante los primeros años de vida, en la
educación inicial y aun en la básica, los niños deben estar en contacto con la
naturaleza y no permanecer sentados y quietos mucho tiempo. En esas edades
acceden a los mundos de las formas, los colores, el movimiento, la profundidad,
la sociabilidad y la lengua, entre otros materiales con los que luego
construirán ideas, juicios, criterios, conceptos.
Entrada
la adolescencia, el cerebro es plenamente emocional y es imposible comportarse
con la rigidez de los adultos. En esa edad se comienzan a cultivar los
sentimientos y nacen los ideales. Es injusto involucrar a los adolescentes en
compromisos y hábitos de gente adulta o en materias muy racionales que
enrarecen el clima emocional.
La
rudeza del actual modelo educativo se agrega a la incapacidad del niño para
comprender los cambios que surgen en su vida. En vez de comprensión y
reconocimiento, lo que recibe es desconsideración, rechazo, burla y hasta
amenaza por parte de profesores cansados incapaces de impartir clases
divertidas. Es penoso que gran parte de los profesores ignoren que las
emociones positivas son la autovía por donde circulan los aprendizajes.
Para
crear nuevas redes neuronales, el cerebro necesita experiencias nuevas que
deben manifestarse cuando se inician la adolescencia y la educación media. En
ese momento, el cerebro está preparado para aprender juicios, actitudes y
valores. Es el tiempo apropiado para potenciar la comprensión de textos y
aprender el razonamiento matemático. En todas las asignaturas conviene
despertar el interés con ejercicios prácticos, historias interesantes u otras
actividades que llamen la atención y generen alguna emoción positiva.
Los
profesores deben saber que el alumno capta la información por medio de los
sentidos, después pasa por el sistema límbico o cerebro emocional, de donde es
enviada a la corteza cerebral, encargada de los procesos cognitivos. Dentro del
sistema límbico, la amígdala cerebral se activa ante eventos que considera
importantes para la supervivencia y consolida el recuerdo de manera eficiente.
La motivación puede lograrse mediante la sorpresa, pues las situaciones
sorpresivas activan la amígdala cerebral. Introducir en la clase elementos que
rompan la monotonía genera interés, facilita el aprendizaje y beneficia el
rendimiento escolar.
También,
se fomenta la vivencia de emociones mediante la práctica de la empatía, o
acercamiento emocional comprensivo, amistoso, bondadoso. La empatía abre la
puerta por donde entra el conocimiento y viabiliza la construcción social del
ser humano. La neurociencia ha descubierto que, contrario a lo que se creyó
durante mucho tiempo, el cerebro es dinámico. Existen períodos en los que un
aprendizaje es más favorecido que otro. Por ejemplo, para aprender a hablar, el
cerebro está más receptivo desde el nacimiento hasta los siete años.
El
descubrimiento de los períodos de aprendizaje evidencia la necesidad de
replantearse un nuevo modelo educativo basado en la predisposición cerebral a
adquirir los contenidos por etapas. Jean Piaget descubrió que después de cada
aprendizaje surge, en la etapa siguiente, una zona de desarrollo próximo, que
es una nueva oportunidad para aprender conceptos más complejos.
Es
alarmante la cantidad de escolares desmotivados que no quieren continuar
estudiando porque no están aprendiendo y creen que no pueden aprender. Esa
situación se resuelve si los maestros, empoderados de la neuroeducación,
transforman el cerebro de sus alumnos para que puedan afrontar nuevos retos en
un clima de libertad y sana autoestima.
Algunos
expertos afirman que si las clases fueran más vivenciales podrían impartirse
más conocimientos en menos tiempo. Los docentes deberían aprehender y
aprovechar los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro para lograr que los
niños se entusiasmen por lo que están aprendiendo.
Si
nuestros países les dan formación en neurociencia a los maestros, estos podrán
aprovechar el desarrollo neurobiológico de los niños para que adquieran mejores
y más abundantes aprendizajes. Esa formación contribuiría a evitar los
trastornos o alteraciones neurológicas que dañan la cognición y enferman las
emociones en los escolares. La creencia de que la letra con sangre entra es un
error que ha llevado a la mayoría de los maestros de nuestros países a
humillar, amenazar, castigar a millones de niños que, por ese motivo, llegan al
sexto grado de básica y hasta el bachillerato sin dominio matemático y sin
saber leer ni escribir. Ese enfoque erróneo le ha causado dolor físico,
sufrimiento y heridas emocionales a media humanidad
Es
conveniente que los maestros adquieran conocimientos básicos sobre la neurociencia
aplicada tanto a la educación como al desarrollo infantil y aprendan a analizar
las relaciones entre el cerebro y el aprendizaje desde una óptica evolutiva.
Aplicar
la mejor forma de adquirir conocimientos eliminará los problemas de aprendizaje
derivados de la forma equivocada de enseñar. La neuroeducación permite
encontrar la manera más adecuada para personalizar el proceso de aprendizaje.
Cuando
la repetición y la memorización sustituyen la búsqueda del bienestar y del gozo
de vivir experiencias gratificantes no se producen buenos resultados en la
educación. Los sucesivos fracasos de muchos sistemas educativos se deben al
predominio de esa metodología errónea que consiste en forzar el aprendizaje en
vez de facilitarlo. Una función básica del profesor consiste en mantener en el
aula un clima que suscite interés por lo desconocido e impulse al alumno hacia
la libre construcción del conocimiento. Estudios científicos recientes revelan
que la curiosidad y la sorpresa, combinadas con la experimentación y la
creatividad, sobre la base de la motivación, son las mejores maneras de
aprender, preservar los conocimientos, disfrutar del aprender y gozar de lo
aprendido.
Los
investigadores que han llegado a conocer los códigos de funcionamiento del
cerebro están convencidos de que solo se puede aprender lo que se ama. Es
decir, que si los niños le tienen animadversión a la matemática no aprenderán
esa materia. Por tanto, la clave para un aprendizaje fácil, efectivo y duradero
es la creación de un ambiente escolar donde se respire alegría, confianza,
libertad y felicidad.
Basado
en el dominio de la neuroeducación, el maestro hará vibrar en el salón de
clases ese clima de dicha mediante la motivación y el respeto a la libertad
individual de cada niño. En Finlandia, las clases se parecen mucho al recreo,
porque los niños no van a la escuela a sufrir, sino a divertirse, a vivir
felices. Por eso son los que más aprenden en el mundo.
Si
hasta ahora nuestro sistema educativo ha tenido resultados desastrosos,
cambiemos el proceder erróneo. Si queremos alcanzar altos niveles de
rendimiento escolar, demos un paso adelante: acerquémonos a la neuroeducación.
Recuperado
de El Universitario-UASD-:
El 13-07-18
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